Más allá de la reacción que provocó la
decisión del gobierno de extender las licencias radiotelevisivas,
habrá que tomar nota de los días que corren, llenos de señales
claras hacia el futuro, ese que cuando llega nadie se hace cargo y
del que todos –se dirá- somos responsables. Sobre todo porque
lo que asoma ya en el presente es más, mucho más, de lo mismo.
Convendría, sí, tomar nota de la fecha: 20 de
mayo de 2005. Agregar a su lado Decreto 527/05. Imaginar la foto
que ningún medio publicó -¿alguien la habrá tomado?- de la
plana mayor de los grupos comunicacionales con origen y/o
presencia en el país en el Salón de conferencias de la Casa
Rosada. Observar la mesa que formuló el anuncio del gobierno, que
encabezó el presidente Néstor Kirchner. Y después sacudirse la
inocencia intelectual –ganada por el voluntarismo y la ilusión-
que pretende discusiones con quienes no la quieren, relegando,
como siempre, la poco reluciente tarea de construir una fuerza
real que se disponga a crear la condición que se necesita para
enfrentar a esos que no debaten, que imponen, que arrasan, que
destruyen todo aquello que pretenda oponerse a sus intereses.
Construir una fuerza real sin apelar a falsos padrinos, que en
determinados tramos de un camino indefectiblemente complejo –como
lo es la disputa en el terreno de la comunicación- se suman
impregnados de un oportunismo miserable, que nunca dejó de
revelar su intencionalidad política. Salvo para aquellos que
viven en una crónica y peligrosísima ingenuidad.
Ese viernes 20 de mayo, el mismo día que
Kirchner concedía las entrevistas a Clarín y Página 12 que
saldrían publicadas el domingo 22, el Presidente informó sobre
la firma del decreto 527/05, a través del cual se prorroga 10
años más la concesión de las licencias de televisión abierta,
radio y TV por cable. Esto significa que a los 15 años otorgados
en su momento por ley y la prorroga automática por 10 años, se
suman ahora 10 años más.
Por lo tanto, Canal 9 seguirá en manos de
Hadad y Moneta hasta el 2019; América –la emisora de Manzano,
Avila y Vila- preservará su licencia hasta el 2022; Telefónica y
el Grupo Clarín seguirán controlando Telefé y Canal 13 hasta el
2025; El grupo mexicano CIE –que posee 5 radios, entre ellas
Rock & Pop- conservará su licencias hasta el 2018, lo mismo
que radio Mitre y Continental –de Clarín y ¿Telefónica,
Prisa?-; Radio 10, de Daniel Hadad, hasta el 2025; respecto de los
operadores de cable –Cablevisión y Multicanal- se extiende la
concesión hasta el 2016. Es decir: hablamos de grupos
concentrados locales, en asociación con grupos extranjeros y de
multinacionales de la comunicación.
Les dijo el Presidente a estos grupos, ese
viernes 20 de mayo: "Más allá de los análisis
coyunturales, de las pasiones cotidianas, de la lucha que queremos
todos por una Argentina diferente y distinta, somos absolutamente
conscientes que el huracán que arrasó la Argentina también
golpeó fuertemente a los dueños de los medios nacionales
argentinos y que en muchos casos quedaron en una situación de
desprotección muy fuerte. Posteriormente, sufrieron los efectos
de la caída de la Argentina. Como bien expresaba el Jefe de
Gabinete, sufrieron la pérdida de mercados, de recursos, que
realmente los llevaron a una situación angustiosa allá por el
año 2002…después de muchísimo tiempo quedan absolutamente
alejadas las dudas de que pueda haber algún grado de
condicionalidad para poder tener los tiempos necesarios para poder
terminar de recuperar ese medio que por allí tanto esfuerzo le
costó ponerlo en marcha y la situación de esta Argentina los
llevó a un punto límite..."
Si como sostuvo en una entrevista el canciller
Rafael Bielsa "tenemos una Argentina sobrepensada y
subejecutada", el gobierno acaba de ejecutar un tipo de
pensamiento que lo aleja de la posibilidad de ser doblemente
interpretado: los grupos comunicacionales concentrados,
monopólicos u oligopólicos fueron víctimas de la Argentina de
los 90. Ni autores, ni cómplices, ni beneficiarios, ni motores
del reino de la desigualdad, la exclusión, la pobreza, el
desempleo. Víctimas. Víctimas que hicieron "tanto
esfuerzo" y que fueron llevados a "un punto
límite". No nos llevaron, fuimos todos llevados, nosotros
junto con ellos.
A partir de ese pensamiento deviene una
política que decide premiar a las "víctimas":
prorrogar las licencias, cero de requisitos mediante, es bendecir
la impunidad de que pocos, muy pocos, poquísimos –poderosos,
testaferros de poderosos y hasta simples dealers de la galaxia
mediática, delegación de sus patrones mediante- impongan la
agenda política, económica, cultural, social, internacional,
deportiva, en fín: de lo que debe importarnos a todos, a más de
35 millones de personas. Decir que eso lo hacen en función del
interés de la más escandalosa minoría sería como recurrir al
más elemental sentido común.
A partir de –no sólo en lo atinente a esta
cuestión específica- esa brutal explicitación de un
pensamiento, pasan al cuarto frases y discursos encendidos que
sirvieron para ocultarlo, mientras se disimulaba construir
consenso junto a otros sectores, hoy innecesarios cuando esos
consensos cambiaron su signo y mudaron hacia las tierras que se
suponen más tranquilas y redituables de los dueños del poder
comunicacional.
Esas "víctimas" beneficiadas por el
decreto 527/05 jamás quisieron discutir –salvo los cambios
puntuales que impusieron a su favor- una Ley de Radiodifusión,
que nacida durante la dictadura militar los representa mucho mas
acabadamente que cualquier otro intento que permita la
participación –siquiera en la discusión- de otros sectores.
Fueron activos impulsores de la Reforma del Estado del menemismo,
bajo cuyo paraguas se privatizaron los canales de televisión y
radios, en concursos irregulares y apañados por aquel gobierno,
que se hicieron, además, recurriendo a la vigencia de la Ley de
Radiodifusión de la dictadura. Se consideraron alcanzados por la
reducción de aportes patronales que no les correspondía –una
resolución del gobierno de Menem que beneficiaba a las industrias
y no a la actividad que supone un medio de comunicación- por lo
que evadieron millones de pesos, entonces dólares, nunca
devueltos pese a los fallos de la justicia que así lo ordenaban.
Fueron apologistas de la total desregulación de la economía que
les permitió diseñar y aplicar las nuevas reglas del juego en
materia laboral, profesional y respecto del tradicional sistema
solidario de salud que contuvo desde siempre a los periodistas. Al
tiempo que procedieron a endeudarse sin límites, con organismos
financieros internacionales. Fueron los intelectuales orgánicos
de la economía de mercado, de la convertibilidad, del desguace
del Estado, del descrédito de la política, de la globalización
autoritaria; fueron los que cambiaron la Ley de Quiebras e
inventaron la Ley de Industrias Culturales para proteger a los
"empresarios nacionales" contra "los fondos
buitres", después de haber reclamado y obtenido la
pesificación de sus deudas, tras diciembre del 2001, y de haber
invocado (consecuencia de la caída del consenso neoliberal) el
valor del Estado que habían contribuído a destruir. Fueron los
que sacaron a los medios de la Ley de Defensa del Consumidor
porque eso "atentaba contra la libertad de expresión";
fueron los que durante una década acumularon una deuda con el
COMFER -en complicidad con ese organismo- por cientos de millones
de dólares, producto de ilegales e irregulares exenciones
correspondientes al gravamen del 9% de su facturación bruta;
fueron los que apelaron a los cambios en la Ley de Concursos, a
los Procedimientos Preventivos de Crisis y a los acuerdos
extrajudiciales para hacer de la "crisis" un negocio que
permitiera recuperar y luego incrementar, con activa
participación de los gobiernos de Duhalde y Kirchner, los
márgenes de rentabilidad, que hoy los principales grupos no
tienen ningún problema en admitir como históricos.
Esas "víctimas", de acuerdo con lo
que se expresó el viernes 20 de mayo, nada parecen tener que ver
con los autores materiales e intelectuales del crimen cometido en
este país y que sólo asoma –el país, no los responsables- a
modo de discurso cuando se tiene que explicar el infierno
recibido. Y que ahora, nos venimos a enterar, lejos de ser sus
autores fueron otras "víctimas" de las consecuencias no
deseadas por la década menemista. Y que, por lo tanto, nada
parecen tener que ver con los destinatarios de aquella verba que
señalaba a muchos empresarios de la comunicación como cómplices
de la dictadura y por el silencio ante la desaparición de un
centenar de periodistas-trabajadores de prensa.
Aquella tensión que provocara irrelevantes
enojos con el gobierno por parte de ciertos sectores –hoy
beneficiados en su renovada condición de "víctimas"-
tuvo su pico cuando se dijo que "el Presidente no necesita de
intermediarios, se comunica directamente con el pueblo". En
realidad, parecen no necesitar de los periodistas, porque con los
dueños de los medios se resuelve de otra manera.
Esas "víctimas" fueron, vale la pena
repetirlo aunque solo sea en parte, los que nunca se bajaron de la
intención de derogar el Estatuto del Periodista; los que
despidieron centenares de trabajadores de prensa, amparados en las
condiciones arriba mencionadas y no obstante enfrentar luchas,
muchas ejemplares, todas dignas; los que precarizaron las
condiciones laborales y profesionales de los periodistas; los que
convirtieron al periodista colaborador en un prestador
externalizado; los que usaron, y usan, la figura del
pasante-becario como mano de obra entre barata y gratuita; los que
impiden que los trabajadores se organicen; los que no discuten
salarios, lo congelan o definen porcentajes insignificantes.
Hay una carta de mayo de 2003 elevada al
presidente Kirchner, sin respuesta; un documento y seis carpetas
con más de 1.500 hojas, presentados ante todos los bloques,
instituciones y candidatos a las elecciones de 1999, denunciando
de manera detallada la realidad del periodismo y de los
periodistas; hay un documento previo a las privatizaciones de l989
–elaborado por la UTPBA- que anticipa la concentración
monopólica como inevitable consecuencia del paso que se iba a dar
y que contó con muy pocas resistencias entre otras organizaciones
del sector: todos estos documentos, cartas, pronunciamientos dan
cuentan de esa situación, así como del despliegue y la acción
encaradas frente a tanta injusticia, frente a tanta impunidad.
Sin embargo, con todo lo brutal que el decreto
conlleva, decíamos que las señales no se agotaban ahí. Es que
como parte de un mismo impulso político que prorroga licencias,
que otorga ahora sí entrevistas para –entre otros temas-
informar sobre la postergación de un viaje a Cuba, que acusa a
los estudiantes secundarios que se movilizan y protestan de estar
"manejados" políticamente –mientras se afirma que los
maestros paran por "complejo"- el presidente usa los
micrófonos de Radio 10 para vincular dos procesos, al señalar
que "una verdadera libertad de expresión debe desistir
definitivamente del procedimiento de corte de calles porque eso es
quitarle derechos a otros argentinos que también trabajan y
también sufren".
Sería irresponsable negarse a leer lo que
dicen esas palabras: que la libertad de expresión la garantizan
los que crearon el infierno –del que se quiere salir pagando
como nunca la deuda externa, haciendo más desigual la
distribución de la riqueza, calificando de populismo setentista e
inflacionario cualquier reclamo por un salario digno- y que dicha
libertad es puesta en riesgo por quienes ni siquiera tienen la
posibilidad de ser explotados por un sistema, el capitalismo, que
se sostiene, precisamente, en eso: en la explotación del hombre
por el hombre.
Se acaba de bajar la persiana a cierta
fantasía de debate, colocando –en una total correspondencia con
la lógica del capitalismo dominante- en disponibilidad de los
intereses ideológicos, económicos y políticos de las
corporaciones más concentradas de la comunicación a la mayoría
abrumadora de los habitantes del país.
"Les agradezco profundamente vuestra
presencia acá, les agradezco la tolerancia y el acompañamiento y
también les agradezco la sinceridad para hablar. Que en la
Argentina podamos tener y convivir muchas veces en la pluralidad,
con visiones diferentes pero pensando en hacer una Argentina que
nos contenga a todos", les dijo Kirchner a los empresarios
que estaban el 20 de mayo en la Casa de Gobierno. Muy cerca de él
Carlos Fontán Balestra, titular de ATA –la cámara de los
empresarios televisivos-, ex abogado de Carlos Menem y cabeza del
grupo que se quedó con Canal 11 cuando este se privatizó, decía
sentirse representado por el gobierno en estas medidas.
Esto –más allá de una cuestión protocolar,
a la que, sin embargo, es tan poco afecto el Presidente- indica
continuidad: de actores, relaciones, intereses y política.
Resulta evidente que el discurso de cambio que surge del Poder
Ejecutivo ni siquiera roza de lejos la hiper concentrada
corporación mediática, una vez más inmune a cualquier
pretensión –en este caso ausente desde el oficialismo- de poner
en caja a los principales responsables del país que padecen
millones de personas.
Tal vez así algunos comprendan mejor por qué
no hay democracia informativa sin democracia económica. Tal vez
algunos entiendan mejor que no hay lugar ni para las ilusiones ni
para la resignación: apenas un ancho espacio donde la lucha por
la justicia, por un país y una vida mejor recrea las ideas que la
hacen digna y da batalla frente a la más despiadada adversidad.
La UBA a través de la carrera de
Comunicación Social también opinó
La Dirección y Junta de la Carrera de Ciencias
de la Comunicación Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires, que preside el Doctor Damián Loreti,
difundió el siguiente texto.
El viernes 20 de mayo, sorpresivamente y sin
que mediara ninguna discusión ni reclamo público, el gobierno
nacional sancionó el Decreto 527/05 que establece la suspensión
del plazo de licencias de empresas de radiodifusión por 10 años.
De esta manera los actuales propietarios de medios se ven
beneficiados por una medida que suspende el cómputo de los plazos
que la ley otorga de quince más diez de prórroga por única vez
extendiendo por otros diez el término original.
Ante esta decisión, que supone la definición
de una línea de política comunicacional de parte del gobierno
acorde a los intereses de los propietarios de medios de
comunicación, la Dirección y la Junta de la Carrera de Ciencias
de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires rechazan y deploran la sanción del
Decreto 527/2005 por los siguientes motivos:
- Una vez más, la política de comunicación
se resuelve por decreto sin discusión pública. Mientras la ley
de radiodifusión 22.285/80, sancionada por la dictadura militar,
sigue vigente y excluyendo de la posibilidad de ser propietarios a
gran parte de los miembros de la sociedad argentina (en particular
a las organizaciones sin fines de lucro). El gobierno otorga un
beneficio inaudito a los propietarios de medios de comunicación
que formaron grandes grupos concentrados durante la década de los
´90.
- Así, por decreto, se ignoran plazos y
condiciones de extensión de los mismos, debido a que para su
prórroga se requiere el cumplimiento de compromisos asumidos por
los licenciatarios. Tampoco se toman en cuenta las sanciones
existentes ni las irregularidades en las titularidades que, hasta
las propias autoridades, han hecho públicas: tanto por origen del
capital como por la cantidad de medios en un área de cobertura.
- El Decreto 527/2005 beneficia especialmente a
quienes tenían licencias que vencían indefectiblemente en el
año 2007, luego de 25 años, dado que habían sido renovadas
automáticamente durante la dictadura militar en 1982.
- Los beneficiarios de esta medida han sido quienes ganaron los
concursos apoyados, en muchos casos en las leyes discriminatorias
de los gobiernos militares y, en otros, en las reformas
neoliberales de la década de los años 90. En la mayoría de los
casos de los actuales titulares de los medios más poderosos, el
único mérito para llegar a ser licenciatarios ha sido contar con
fondos suficientes o créditos tomados (sobre todo en el exterior)
para comprar canales y radios.
- La metodología del decreto, aunque
criticable, pudo haber sido usada antes que para esta decisión de
conservadora política de comunicación, para modificar el
artículo 45 de la ley de radiodifusión, que sigue excluyendo a
los sectores no comerciales de la posibilidad de tener una
licencia. Hace 20 años que esta reforma es esperada. En la
Argentina, la ley de la dictadura militar excluye a las entidades
sin fines de lucro de la posibilidad de ser licenciatarios. Si
bien este artículo 45 fue declarado inconstitucional por la Corte
Suprema en el año 2003, sigue vigente porque el Congreso no
aprueba su reforma. Sin embargo, para el gobierno tiene más
necesidad y urgencia de prorrogar el plazo de las licencias de los
poderosos, que permitir que la sociedad civil pueda acceder a los
medios de comunicación.
- La suspensión del plazo implica que todos
los argentinos, que hoy no son propietarios de medios de
comunicación, deberán esperar 10 años más para intentar formar
parte del sistema de radiodifusión, salvo que se abran nuevos
canales de televisión y radios.
- Algunas empresas de medios se han beneficiado
-especialmente- porque el programa de pagos de la refinanciación
sus deudas excede el término de sus licencias y, por lo tanto, no
se podía asegurar su cumplimiento. Este cambio de escenario
facilita su programa económico-financiero.
- El decreto 527/05 otorga la suspensión del
plazo de las licencias sin establecer ninguna contraprestación de
parte de los beneficiarios. Es irrisorio pedir al mercado que haga
propuestas de responsabilidad de contenidos y culturales. No sólo
porque la Constitución Nacional (art. 75 inc. 19) obliga a
promover el espacio audiovisual nacional y la ley vigente ya lo
exige y no se cumple sino, también, porque la defensa de los
servicios y productos de la cultura audiovisual requiere
políticas activas y definidas. No resulta convincente plantear
que los beneficiarios de esta medida ilegal propongan como
contrapartida espacios educativos. Para los Estados, alentar la
creación de estos espacios es un mandato emanado de la
Convención Universal de Derechos del Niño, así como el fomento
al pluralismo y a la defensa de la diversidad de minorías
lingüísticas.
- Es un pretexto fijar obligaciones de actualización de
tecnologías para extender los plazos. Si fuera posible
considerarlo como argumento, y con la velocidad de las
innovaciones, las licencias deberían ser eternas, desconociendo
que utilizan un recurso escaso como las frecuencias
radioeléctricas, cuya administración corresponde al Estado
Nacional.
- No es tampoco aceptable sostener que esto
asegura fuentes de empleo o libertad de prensa. Los procesos de
concentración no lo hicieron. Tampoco lo garantizan las
tecnologías. Sí lo hacen el pluralismo, la diversidad y la
democratización de la palabra y las expresiones culturales y
artísticas.
- Luego de este decreto, el tratamiento de una
posible ley de la democracia queda más lejos aún que antes. Los
grupos concentrados ya tienen lo que necesitaban. El Poder
Ejecutivo dio muestras claras de no estar dispuesto a discutirla:
lo único que entiende necesario y de urgencia lo resuelve con su
sola y única voluntad.